Director: Stanley Donen. Guión: Frederic Raphael. Producción: Stanley Donen, James H. Ware. Fotografía: Christopher Challis / Color by Deluxe / Panavision / 1:2,35. Música: Henry Mancini. Montaje: Richard Marden, Madeleine Gug. Diseño títulos de crédito: Maurice Binder. Dirección artística: Willy Holt, Marc Frederic. Vestuario: Hardy Amies, Kem Scott, Michele Posier, Paco Rabanne, Mary Quant, Foale and Tuffin. Maquillajes: Alberto de Rossi y Georges Bouban.
Intérpretes: Audrey Hepburn (Joanna Wallace), Albert Finney (Mark Wallace), Eleanor Bron (Cathy Manchester), William Daniels (Howard Manchester), Gabrielle Middleton (Ruth Manchester), Claude Dauphin (Maurice Dalbret), Nadia Gray (Francoise Dalbret), Georges Descrières (David), Jacqueline Bisset (Jackie), Judy Cornwell (Pat).
La permanente fusión de los tiempos reales, el estructurarlos de acuerdo con la fuerza emocional en el guión y no en el orden cronológico, es un tour de force que Donen lleva a buen puerto, sin confundir nunca al espectador (hay ayudas y apoyos esenciales en los coches que la pareja tiene en cada época de la acción, en los peinados de Audrey Hepburn). Donen había elaborado todo ello en el guión y no lo hizo a posteriori, en montaje, y la claridad del concepto previo se deja sentir en el perfecto equilibrio del film. El paso de Donen por la comedia no había sido en vano. Cuando por fin cuenta con un ‘buen texto’, sabe explotarlo hasta en sus menores recursos y la soltura en la puesta en escena es el equilibrio para lo que el guión tiene de literario no ahogue los movimientos. El tiempo de esta comedia está dominado magistralmente (cosa que ya se venía observando desde Indiscreta [Indiscreet, 1958] y la valoración que hace Donen de los silencios y miradas es impagable.•JUAN CARLOS FRUGONE, Ibidem, pp. 167-168.
En su extenso prefacio a la edición del guión de Dos en la carretera, Frederic Raphael explica su deseo de crear una película en la cual los personajes simplemente ‘vivan sus vidas’. Él quería evitar, en la medida de lo posible, soportar personajes que representaran algo: ‘la imposibilidad de la comunicación humana’, ‘el deseo del estado del matrimonio’. Y es precisamente gracias a que nutre la película con experiencias ordinarias y compartidas —la forma en que Mark y Joanna afrontan la vida nos es familiar; ellos no constituyen prototipos trágicos ni cómicos en un sentido clásico— el que ésta se convierte en una suerte de huella de tinta cinematográfica. Tú puedes suscribirla siempre que lo desees, dependiendo de en qué aspecto te reconozcas en Mark y en Joanna, o en sus relaciones: las emociones de la película evocan o están directamente conectadas con las del espectador (…) Joanna y Mark son mosaicos emocionales formados por los problemas y escollos que cada cual puede encontrar en sus relaciones: el egoísmo, la intolerancia, la soberbia, las equivocaciones, la irreflexión, la indelicadeza, la infidelidad. Cuando Dos en la carretera fue estrenada en 1967, algunos críticos la etiquetaron como una comedia a la moda sobre la acritud conyugal. Una mirada más atenta revela, sin embargo, que la película es una afirmación del matrimonio y una pantalla elocuente donde nos encontramos con dos buenos tipos que participan de nuestras debilidades, de nuestros fallos y de nuestra determinación de mantener una relación juntos, una relación que sobrevive –y funciona- a pesar de todo. Esto es lo que yo veo en el tintero de celuloide de Dos en la carretera.•HENRY BLINDER, en «Cult Movies», de Danny Peary, Vermilion, London, 1981, p.; traducción de B. Sánchez.