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El primer Romanticismo
Los lunes del 1 al 22 febrero 2010
Cartel
Auditorio Municipal de Logroño
20,30 horas.
Entrada Libre. Plazas Limitadas.

Introducción
Los acontecimientos musicales ocurridos entre la desaparición de Weber (1826), Beethoven (1827) y Schubert (1828) y los años centrales del siglo XIX, nuevo periodo revolucionario, en que mueren prematuramente algunos de los principales músicos de la centuria (Mendelssohn, Chopin, Schumann), centra una época en que triunfa plenamente el Romanticismo, con un fulgor primero inmarchitable.

«La música es la más romántica de todas las artes» escribió en estos años E.T.A. Hoffmann hablando de una obra instrumental, la 5ª Sinfonía de Beethoven, añadiendo: «De hecho, casi podríamos decir que es la única genuinamente romántica». Todas las artes querrían ser como la música, «aspiran a la condición de música» –diría muchos años después Walter Pater.

Pero en el primer Romanticismo detectamos también contradicciones y ambigüedades que lo vuelven difícil de analizar. Se valora, por ejemplo, mucho más la música instrumental, y es en las obras cortas para piano donde mejor se van a definir los nuevos ideales, aunque el lied con Schubert alcanza cotas difícilmente superadas. En 2010 conmemoramos el nacimiento de Frédéric Chopin (1810-1849), al que se ha denominado a veces el poeta del piano. «Cuando escucho la música de Chopin lloro por los pecados que nunca cometí». La humorística boutade de Wilde encierra una gran verdad. Hay algo de profundamente nostálgico y conmovedor en la obra del músico polaco-francés que nos arrastra con su hechizo.

Tanto la sinfonía como la música de cámara –la que ahora nos interesa- se mantuvieron más adictas a los cánones clásicos de lo que los mismos compositores eran capaces de reconocer: el peso de los grandes esquemas formales era aún excesivo. Sin embargo, en obras como la Sonata en La mayor de Schubert, composición póstuma, o en los scherzos y polonesas de Chopin nos adentramos en el territorio del sentimiento más puro, del movimiento que comenzaba a emerger con toda la fuerza y pujanza de lo nuevo.

Quizá la esencia del primer Romanticismo sea aquello que no puede describirse: algo vagamente misterioso, desconocido, el territorio de los sentimientos, de la libertad. El término «romántico» es el marco perfecto para las alusiones, la excusa para esa necesaria imprecisión, así como el vehículo de un conjunto de correlatos técnicos y estéticos nada ambiguos. Existe una rica variedad de obras maestras creadas a partir del cambio de lo clásico a lo romántico, entre 1830 y 1850, un cambio de consecuencias trascendentales que transforma de manera decisiva la posición y la actitud del compositor. Si todo se inicia con el último Beethoven, el impulso decisivo de Schubert, Schumann (del que también en 2010 rememoramos el centenario del nacimiento) , Mendelssohn y Chopin inaugura una época de la música que hoy conforma la columna vertebral del repertorio. Entre los muchos matices posibles que podamos extraer de la experiencia musical de estos inicios, este ciclo de Cultural Rioja resalta uno de los más felices: será, sin duda, el de su conmovedora música de cámara.

Hertha Gallego de Torres

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