Introducción
Hay veces que las cosas no son como son, o mejor
aún, no son lo que parece que son. Se nos pasa la
vida esperando y buscando los grandes gestos, los grandes
momentos, esos momentos monumentales que han
de cambiar el ritmo de las cosas y de las vidas, esas grandes
obras que van marcan un antes y un después, esas
formulas geniales que resolverán todos los problemas, la
solución mágica, la piedra filosofal, el elixir de la vida, en
ese eterno anhelo humano –o a lo mejor inhumano– de
buscar otra perfección, de cambiar nuestra vida, nuestro
entorno y de buscar un sentido a nuestro destino.
Pero cuando parece que llegan, que acontecen, la vida sigue igual, llega la noche y siempre amanece un nuevo día, sin que a menudo nos percatemos de que lo importante está en esas pequeñas cosas, hechas muchas veces de forma diríase que rutinaria, pero que van conformando nuestra vida, está en los ojos de aquel niño, en aquella mirada cómplice, en esa sonrisa que entrecruzamos sin saber muy bien porqué, o en la lágrima furtiva que vimos brotar, en el calor del abrazo que recibimos o en la tierna ternura de un adiós, el sonido de la lluvia tras una ventana, oler una flor en un jardín, o respirar el aire en lo alto de una montaña, andar por una calle mojada y silenciosa, leer un libro en tu rincón o escuchar una música que suena, plena de evocaciones y te encoge el corazón… esas pequeñas cosas, esas bagatelas de la vida, son realmente los grandes momentos, los grandes gestos, las grandes obras que van conformando nuestra vida y llenándola de eternidad.
Musicalmente hablando, el termino Bagatelas, que aparece por primera vez en las obras de Couperin, son piezas de dimensiones mas bien breves, de carácter ligero y sin aparente importancia, bajo la forma musical de un lied ternario (es decir, forma A-B-A), con una Coda final, pero no es éste el sentido buscado en este ciclo, sino el anterior. Las «bagatelas» que vamos a ir escuchando son una selección de esas pequeñas/grandes cosas sobre las que se ha ido construyendo el maravilloso mundo de la música.
José Manuel Tamayo