cabecera
flecha Inicio
Ciclo Isaac Albéniz (1860-1909)
Primer Centenario de su Muerte

2 al 23 de noviembre 2009
cartel
Auditorium Municipal de Logroño
20,30 horas
Entrada Libre. Plazas Limitadas
«Albéniz en París»
Lunes 2 de noviembre de 2009
«En torno a Isaac Albéniz»
Lunes 9 de noviembre de 2009
Músicas durante y después de Albéniz
Lunes 23 de noviembre de 2009

Introducción

Este ciclo pretende rendir tributo de admiración a uno de los grandes compositores universales en el primer centenario de su muerte, en una visión poliédrica a través de su estancia en París, Barcelona, Madrid, Bruselas y Londres, y de las estéticas que cultivó y sintetizó. Y las relaciones e influencias que intercambió con otros compositores, no menos importantes algunos de ellos, de la época en que le tocó vivir: las últimas décadas del «novecento» y la inquietud de las vanguardias que supuso el cambio de siglo. Un tema particularmente importante, estudiado y plasmado en el tercer concierto, es el de la música (o más exactamente material musical) que poseía y amaba profundamente en su biblioteca propia. Fauré y Debussy, como no, y el «lied» alemán, encarnado en Schubert y Schumann, que eran sus compositores predilectos: su hoja de ruta. De los Lieder de Schubert concretamente, efectuó una lectura al piano, tarareando la parte de la voz, lleno de emoción, afirmando: «Dios mío, que cosa más delicadamente bella y profunda…», según testimonio de su nieta Rosina Moya Albéniz. Alguno de estos «Lieder» figura en el programa.

Precisamente en el cuarto concierto, y también en el segundo, se reflejan en las «Rimas de Bécquer», ecos e influencias de estos dos últimos compositores. Concierto este último que aglutina la fuerte personalidad de su maestro, uno de los padres de la música del S. XX, el compositor y musicólogo Felipe Pedrell, y la orientación artística que transmitió a sus discípulos; tanto a él mismo como a Robert Gerhard y Manuel de Falla, del que podremos escuchar una versión de «El Amor Brujo» en versión de Elías Arizcuren para el Octeto Ibérico de Violoncelos, acompañado de la voz. Anteriormente se habrán escuchado en el ciclo dos colecciones de canciones con piano del mismo Falla, como así mismo, de otro ilustre discípulo de Pedrell, y gran amigo e ilustre intérprete albeniciano, el catalán Enrique Granados. En el ciclo escucharemos también música de otros no menos ilustres intérpretes de la obra albeniciana, como su íntimo amigo Joaquín Malats, el mítico pianista «español en París» Ricardo Viñes, del que rescataremos del olvido tres bonitas canciones oscurecidas por el fulgor de su carrera concertística como solista, Joaquín Nin o Joaquín Turina. Este último estudió y profesó como él en la no menos emblemática «Schola Cantorum» parisina, que afirmó: «Gran músico catalán, más andaluz y salado que nadie. Es el padre de los músicos españoles».

Pedrell consideraba que la gran música española tenía que basarse en la gran tradición de las canciones populares y la gran polifonía castellana de los siglos XV y XVI, hecho decisivo para la música española del XX, como atestigua el ejemplo magistral del propio Albéniz y Falla. Es interesante resaltar una «conexión parisina» entre estos dos últimos compositores. En el mismo salón del Palacio de la Princesa de Polignac, ilustre mecenas parisina, se estrenó el 2 de enero de 1908 el 3º cuaderno de Iberia en manos de la pianista Blanche Selva. Quince años más tarde (el 25 de junio de 1923), se efectuó el estreno en este prestigioso escenario de la versión escenificada de «El Retablo de Maese Pedro» del gaditano universal.

Falla, cuya irradiación llegó a Argentina en su exilio de Alta Gracia, y que de alguna manera repercutió en Alberto Ginastera, compositor que abrazó en personal síntesis todas las estéticas imperantes en el siglo, ejemplificado todo ello en la «Suite» del ballet «Estancia», en la versión para octeto de violoncellos.

En cuanto a las canciones del protagonista de nuestro ciclo, Isaac Albéniz, abarcan diversos períodos creativos del compositor de Camprodón, desde las Baladas de influencia italianizante belcantista escritas hacia los 23 años, o las Rimas de Bécquer de la misma época —de corte típicamente romántico schumanniano—, pasando por una etapa intermedia en lengua francesa —bajo la influencia de los postfranckistas Fauré y Dukas, «Dos fragmentos» sobre texto de Pierre Loti y la encantadora «Chanson de Barberine» sobre un poema de Alfred de Musset—, hasta las últimas Four Songs (Cuatro Canciones) de 1909 —año de su muerte—, que pueden ubicarse en la línea de la suite Iberia, en cuanto a la exuberante riqueza armónica, contrapuntística y rítmica de su construcción, dedicadas a su gran amigo Gabriel Fauré.

Su música siempre tiende hacia un gran intimismo, introspectiva y alejada de exageraciones o manierismo operísticos que atiendan a «over singing». Si bien en las Seis Baladas pueden detectarse influjos de la romanza de salón a lo Tosti, o de la romance francesa, o en las Rimas de Bécquer, donde aletea el espíritu schumanniano, Albéniz, conducido por su intuición musical, recibe influencias de los «postfranckistas» Henri Duparc, Paul Dukas, Gabriel Fauré y Claude Debussy, que no empañan en absoluto su propia personalidad.

Las «Four Songs» —en lengua inglesa—, sobre poemas de su mecenas londinense Francis Money Coutts, fueron compuestas en 1908—1909, traducidas también al francés por D. Calvocoressi. Las dedicó a su gran amigo Gabriel Fauré, el cual agradeció dicha distinción dedicándole a su vez una de sus obras. Estas canciones maravillosas son el resumen de todas las experiencias de Albéniz en el terreno del lied, canciones de las que decía el ilustre musicólogo e hispanista francés Henri Collet, merecen figurar en una antología de los mejores «Lieder » contemporáneos.

Antón Cardó

Ir al inicio del texto flecha